Cuando una relación, ya sea romántica, de amistad, profesional o familiar, se convierte en una amenaza para nuestro bienestar, puede denominarse tóxica. He aquí las señales que no hay que subestimar.
Cada vez oímos hablar más de las relaciones tóxicas, pero ¿qué son exactamente? Bueno, si quisiéramos dar una definición podríamos decir que tóxica es «cualquier relación entre personas que no se apoyan mutuamente, en la que hay conflicto y una intenta socavar a la otra, en la que hay competencia, en la que falta respeto y cohesión».
Evidentemente, cuando hablamos de una relación tóxica no sólo nos referimos al ámbito sentimental, sino que la relación que nos une a un familiar, amigo o compañero de trabajo también puede ser perjudicial. El mínimo común denominador es la enorme cantidad de emociones negativas que provocan.
De hecho, a diferencia de lo que ocurre en una relación sana, en la que las partes implicadas siguen existiendo más allá de la pareja y se sienten libres, el vínculo tóxico lo abarca todo, caracterizándose a menudo por un enorme desequilibrio de poder, hasta el punto de que una de las dos partes corre el riesgo de ser anulada por completo. Una situación en la que, por desgracia, puede encontrarse cualquiera, por lo que puede ser útil aprender a reconocer las principales señales de alarma.
Una cosa es cierta, no hay relaciones perfectas, pero una relación tóxica puede destruir literalmente a una persona. A veces los síntomas de una relación perjudicial son bastante evidentes e incluyen cualquier forma de violencia, abuso o acoso. Otras veces, sin embargo, las señales de alarma pueden ser menos evidentes, por lo que no siempre es fácil reconocer una relación tóxica.
El primer signo de una relación perjudicial es el sentimiento de impotencia. A menudo, cuando uno está enredado en una relación tóxica, se siente inadecuado, sin apoyo y no igual a su pareja. En tal circunstancia, es posible detectar un fuerte desequilibrio de poder, en el que la víctima y el dominador son perfectamente reconocibles, lo que desencadena una dinámica de dependencia. Una relación tóxica también se caracteriza por una falta casi total de comunicación abierta y de confianza. Por el contrario, el comportamiento controlador suele imponerse sobre todos los aspectos de la vida de la otra persona, haciéndola sentir atrapada. Entonces, ¿qué hacer para salir de este tipo de relación?
Obviamente, no se trata de una operación sencilla, por lo que es necesario proceder paso a paso. En primer lugar, es bueno tomar conciencia de lo que está ocurriendo y de cuáles pueden ser las consecuencias. Un error común es justificar la forma de actuar del verdugo, subestimando las propias emociones y sentimientos. Un buen paso, en cambio, es empezar a tomarse libertades y entablar relaciones que permitan la plena expresión de la propia personalidad. Por último, puede ser útil hablar con una persona de confianza o con un profesional especializado.