Por qué soportar lo que nos duele puede ser perjudicial | La normalidad del sufrimiento
Cualquiera puede caer en la trampa de la adaptación autodestructiva, la tendencia a aceptar incluso lo que nos hace daño: he aquí cómo salir de ella.
Las personas, incluso las que gozan de una excelente salud mental, a veces se ven atrapadas en dinámicas familiares tóxicas, relaciones disfuncionales o trabajos que generan un estrés mental y físico considerable.
Normalmente, como seres humanos tendemos a buscar el bienestar y a distanciarnos de lo que nos hace daño. Sin embargo, el masoquismo moral, término acuñado por Sigmund Freud, representa un patrón de sufrimiento que algunos individuos perpetúan a pesar de las señales de alarma.
Nuestras capacidades adaptativas pueden salvarnos de las condiciones más extremas, pero en otros casos pueden llevarnos a adaptarnos y sufrir innecesariamente.
Aunque desde fuera este masoquismo moral parece una respuesta anormal, quienes lo experimentan lo ven como una reacción normal. Salir de él, sin embargo, no es imposible: he aquí cómo aprender a decir no a la incomodidad.
El verdadero peligro es la costumbre
Cuando una situación perjudicial se produce constantemente, puede convertirse en nuestra única realidad. Una persona que sufre abusos, manipulaciones o humillaciones de forma reiterada puede acabar normalizando estos comportamientos y decidir no tomar medidas para ponerles fin. Racionalizar este tipo de situaciones nos permite sobrellevar mejor una realidad dañina que desafía nuestra autopercepción, pero al mismo tiempo nos impide dar los pasos necesarios para salir de ella.
El dolor y el sufrimiento de la adaptación autodestructiva pueden acumularse lentamente, haciéndolo más llevadero que el dolor repentino causado por un cambio radical. La resistencia al cambio y el miedo a lo incierto son emociones poderosas que pueden mantenernos anclados en lo conocido, incluso cuando no representa lo mejor para nosotros.
Aprender a no tolerar puede salvarnos
Caer en una espiral de adaptación autodestructiva no significa necesariamente que a uno le guste sufrir, sino que a menudo representa la única manera que vemos de evitar consecuencias que parecen aún más dolorosas. Por esta razón, las dinámicas que surgen de la adaptación autodestructiva pueden variar desde comportamientos relacionados con el apego hasta una tendencia a exaltar el propio «masoquismo moral», considerándolo una muestra de fortaleza para hacer frente al sufrimiento.
En ambos casos, el resultado es el mismo: quedar atrapado en situaciones perjudiciales. Para salir de ella, es esencial tomar conciencia de estas dinámicas y buscar apoyo para romper el ciclo: hablar con los amigos o buscar ayuda profesional puede ofrecer una perspectiva externa y un apoyo valioso. El camino hacia el cambio requiere ser conscientes de que, independientemente del resultado, podemos salir reforzados de estas experiencias.