¿Hasta qué punto es nocivo el móvil? ¿Cuál es la relación entre los móviles y la salud? Intentemos ver juntos qué hay de cierto.
No es ninguna novedad que el teléfono móvil preocupa, es más, «asusta». Desde su difusión en los años 90 hasta hoy, a pesar de su ubicuidad (¿quién no tiene hoy un móvil?), sigue habiendo una gran preocupación por la relación entre el teléfono móvil y la salud. No lo use demasiado, apáguelo por la noche, utilice el altavoz… Incapaces de prohibir su uso, los Matusalenes y Ludditas recurren a afirmaciones genéricas, consejos dispensados sin cientificidad. Pero, ¿cuál es la relación real entre la salud y los teléfonos móviles?
Pues bien, tras un floreciente número de estudios, no parece haber pruebas de que el uso continuado del móvil perjudique la salud. No tendrá nada que ver con el riesgo de tumores, sarcomas o cáncer, lo que sea. Los vínculos se han buscado una y otra vez, sin escatimar esfuerzos, pero sin llegar nunca a nada.
Uno de los problemas gigantescos en este campo se deriva de la imposibilidad de disponer de un verdadero grupo de control. Mientras que en los años 80 y 90 había grandes franjas de población sin teléfono móvil, hoy en día en el Occidente rico esto es casi imposible. Entonces, ¿cómo podemos hacer un experimento adecuado y comparar los efectos de los que tienen teléfono móvil con los que no lo tienen? Siendo realistas, no se puede.
Otro problema no menor se deriva de la diversidad de modelos; gran parte de la investigación se realizó a finales de los años 90 o principios de los 2000; y hay tanta diferencia entre un viejo Nokia y un iPhone de última generación como entre un coche de caballos y un Tesla.
A pesar de que a gran parte de la población tecnófoba le gusta pensar que los modelos más peligrosos son los smartphones de los últimos años (lo «nuevo» siempre es malo, lo «viejo» es bueno), la verdad es otra. Por el contrario, los móviles más peligrosos son los antiguos, porque están mal construidos y mal blindados.
El verdadero riesgo es que los ojos se debiliten; sometidos a un trabajo continuo, día y noche, se debilitan tanto. Según un estudio reciente, las personas pasan hasta 3 horas y 43 minutos de su tiempo delante de una pantalla, sus ojos se debilitan, se vuelven cada vez más miopes y astigmáticos. Por tanto, es necesario hacer pausas, limitar el contacto visual.
El riesgo es contraer el síndrome del ojo seco, característico de este «abuso» tecnológico; tantos jóvenes se ven afectados por él, a pesar de que, a su edad, parece natural imaginarlos espabilados y con una vista aguda.