Un equipo de investigadores ha recreado el famoso «sonido de la muerte» que acompañaba las terroríficas ceremonias de los aztecas.
Pero, ¿por qué lo hacen? ¿Cuál puede ser el verdadero propósito científico? Mucha gente se hace esta pregunta ante ciertos experimentos, ciertas soluciones aventuradas. En efecto, las razones de ciertos experimentos de organismos científicos pueden parecer malévolas, crueles o, y éste es el caso más frecuente, manifiestamente inútiles. Sin embargo, siempre hay, salvo en países autocráticos como Rusia y China, una buena razón para ciertas elecciones, para ciertas investigaciones. Sólo se trata de saber por qué.
En el caso que hoy nos ocupa, la discusión se refiere al experimento de un equipo de investigadores que recreó el silbato utilizado por los aztecas durante los sacrificios humanos; se trata, de hecho, de una réplica perfecta de un silbato hallado intacto en México en 1990.
El silbato reproduce un esqueleto que produce un sonido descrito como «aterrador» cuando se sopla por su abertura. Los investigadores lo escanearon, lo imprimieron con una impresora 3D especial y reprodujeron el sonido, parecido a un silbido agudo, corto e intenso. El sonido se grabó y, para los curiosos (y valientes), puede escucharse en línea.
Parece ser que los aztecas soplaban este instrumento antes de realizar un sacrificio -uno de tantos- para honrar al dios del viento Ehécatl. Según otros, se utilizaba prosaicamente para tapar los gritos de las víctimas sacrificadas. Según otros, en el campo de la antropología, se utilizaba para ahuyentar a los malos espíritus.
Uno de los investigadores calificó este sonido como «el más aterrador del mundo«, ya que «no es un grito humano, sino algo que infunde miedo en el corazón».
En otras palabras, suena humano, pero está claro que no lo es.
De hecho, la forma del silbato se construyó para asemejarse a una laringe humana; por tanto, suena como un grito humano, pero a todos los efectos es algo distinto, con un efecto tan alienante como aterrador. Al soplar a través de él, el aire se divide en dos canales para generar un sonido que luego escapa por una única abertura, con un timbre sonoro distinto.
Quienes lo han experimentado en directo han relatado que, si no se mira a la persona que utiliza el silbato, el efecto es aún más impresionante, incluso más pesado sobre el interlocutor. También hay diferentes sonidos según el silbato y la posición de los labios.