En las profundidades de la tierra, en Israel, se ha descubierto una nueva especie tan sorprendente como inquietante. Descubramos de qué se trata.
A pesar de los avances tecnológicos de los últimos siglos, si no décadas, estamos lejos de poder afirmar que comprendemos plenamente el mundo que nos rodea, con especial referencia al mundo animal. Los océanos aún conservan profundidades inexploradas, pobladas por especies de pesadilla; los cielos, a pesar del tráfico de aviones, aún son capaces de sorprendernos, y las selvas, a pesar de la erosión de la contaminación y el cambio climático, siguen siendo una fuente de misterios salgarios.
La curiosidad se convierte en asombro si nos extendemos al infinitamente pequeño mundo de los insectos; aquí predomina el asombro, con el descubrimiento de nuevas y curiosas especies. Aún estamos lejos de poder catalogar, con exactitud científica, todas las especies de insectos existentes; una tarea cada vez más necesaria a medida que el cambio climático provoca el «genocidio» de especies enteras. Catalogar y catalogar rápidamente; éste es el imperativo último.
En este campo, es difícil contener, sobre todo para quienes no son expertos ni entomólogos, el horror ante ciertos descubrimientos, ciertos hallazgos fortuitos. El mundo de los insectos es un lugar ajeno, repelente, monstruoso; es natural que uno lo rehuya de todo corazón y que, a la vista de ciertos insectos, le asalte un metafórico puñetazo en el estómago. Pero, ¿son realmente peligrosos estos insectos?
En este caso, analizamos una nueva especie de araña descubierta recientemente. Una sorpresa, en muchos aspectos; y para algunos, quizá una sorpresa desagradable, quizá repelente, pero aun así un importante descubrimiento científico.
Un grupo de investigadores descubrió, en la tierra prometida por excelencia, Israel, una nueva especie de animales. Siguiendo la tradición de estos estudios, el descubrimiento se produjo al explorar unas cuevas con conformaciones geológicas muy peculiares. Se trataba, en efecto, de cuevas habitadas por flora y fauna, aunque de pequeño tamaño.
En este caso, el equipo descubrió un nuevo tipo de araña, una nueva «especie» si se quiere llamar así. Se trata de arácnidos que, al haberse desarrollado en entornos alejados de la luz solar, carecen por completo de globos oculares. Es decir, son ciegos, sin rastro alguno de algún tipo de aparato ocular.
Según algunas hipótesis, fascinantes, estas arañas «ciegas» podrían ser una «reliquia climática», es decir, una especie de hace millones de años, inalterada por la evolución darwiniana, porque permaneció en los recovecos de las cuevas más oscuras de la Tierra, separada de la vida «normal». Criaturas que son, por decirlo suavemente, lovecraftianas.