Frente al calor insoportablemente sofocante, existe una alternativa al (carísimo) aire acondicionado. Averigüemos cómo.
El aire es húmedo, bochornoso. El sudor resbala por mi frente, «moja» mi camisa, hace estragos bajo mis axilas. El cielo es azul, no hay ni una sombra de nube. ¿Y el viento? Parece haberse esfumado, desaparecido; ni siquiera hay una gota que refresque el aire. El calor, pues, ha llegado por fin con el verano.
Es el llamado anticiclón africano, que se esperaba desde hace semanas y que ha golpeado la península con su terrible garra. Alertas meteorológicas por bochorno, insolación y, en definitiva, temperaturas tórridas, letales para los trabajadores inteligentes.
¿Qué hacer, entonces? La respuesta más sencilla podría ser encender el aire acondicionado; pero no todo el mundo tiene el espacio, el dinero y la disponibilidad para instalarlo. Por no hablar de que el propio aire acondicionado consume energía; consume mucha energía; y todo ello repercute en la factura de la luz.
Por supuesto, nos referimos al gran rival del aire acondicionado, el ventilador; puede que éstos no sean muy eficaces a la hora de enfriar la casa, pero consumen mucho menos. De hecho, el ventilador consume 50 vatios por hora, el aire acondicionado 700 vatios, casi 15 veces más.
Todo esto, trasladado al ámbito de los costes, se traduce en un aumento de la factura que varía considerablemente si se utiliza un aparato de aire acondicionado o un ventilador. En el primer caso, un aire acondicionado encendido cinco horas al día cuesta 1,5 euros; encendido doce horas al día, incluso 3 euros. Al final del verano, esto se traduce en un gasto adicional de 160 euros. En comparación, los costes del ventilador son realmente insignificantes; si está encendido doce horas al día cuestan entre 2 y 5 céntimos por hora, es decir, entre 25 y 60 céntimos al día.
Si realmente se desea seguir utilizando su aire acondicionado, lo primero que debe hacer es utilizar un modelo muy reciente y de última generación. Una clase energética eficiente permitirá una factura igualmente… eficiente. Cada grado que decida bajar el aire, a través del aire acondicionado, provoca un aumento del consumo, con una factura asociada muy cara. En general, nunca se debe bajar de 25 grados y la misma diferencia nunca debe superar los 6 grados.
Mucho depende entonces de dónde esté instalado el aire acondicionado y de la estructura general de la casa; cómo estén colocadas las ventanas, dónde dé el sol, cuál sea la distribución de las habitaciones. Tantas variables a tener en cuenta.