¿Y si la legendaria maldición de los faraones fuera cierta? ¿Y si hay algo de verdad detrás de la desgracia que acontece a quienes saquean momias antiguas? Averigüémoslo juntos.
Un arqueólogo afirma haber quedado alucinado y tosiendo sangre tras abrir una antigua tumba egipcia. No se trata de un episodio del siglo XIX o de los años 30, sino de historia reciente; en efecto, Ramy Romany estaba rodando la serie de televisión «Momias al descubierto» para Discovery Channel cuando entró en una cripta que había permanecido intacta durante 600 años.
Y la cosa se puso fea para él, porque unos días después, a su regreso de El Cairo, empezó a sentirse mal y se despertó al día siguiente con fiebre alta y síntomas aún peores. Los médicos estaban convencidos de que había recibido una infección de los animales o del polvo, pero se recuperó mucho más lentamente, sólo cuatro días después.
«Fuera o no la maldición de una momia, ‘algo’ en esa tumba me atrapó», declaró a la prensa. El incidente ocurrió en 2019, en la ciudad de Amarna, en busca de más información sobre el faraón Akenatón. Según el hombre, «fue lo más cerca que estuve de la muerte».
El episodio de la serie trataba de la identificación de una momia que, según algunos estudiosos, podría corresponder a un personaje histórico-mítico de la Biblia. El momento culminante sería la apertura de una tumba que había permanecido sellada durante seis siglos.
Aunque los lugareños les aconsejaron que no entraran inmediatamente, para evitar que salieran hechizos y serpientes venenosas, el grupo entró de inmediato, descendiendo por las escaleras sumidas en la oscuridad. «La tumba era interminable», recuerda Romany, «seguíamos bajando y, sin duda, todo estaba muy polvoriento. Y respirábamos ese polvo a pleno pulmón».
El equipo de televisión también oyó agitarse a serpientes y murciélagos, con un fuerte olor a amoniaco que suele asociarse a las secreciones animales. Romany empezó a sentirse mal en los primeros minutos y la situación siguió empeorando hasta que se vio obligado a someterse a un tratamiento con antibióticos.
«No es el fantasma del rey Tut persiguiéndote», explicó Romany, «pero dejar una tumba cerrada durante miles de años con material orgánico vivo en su interior y luego entrar en ella sin precauciones no es nada saludable», reflexionó Romany. Mejor, en ese caso, llevar máscaras y equipos de protección respiratoria; todos equipos de los que no disponían los arqueólogos del siglo XIX y de los años treinta.