Siempre hay un elemento de peligro al utilizar un cajero automático; sin embargo, la última estafa es realmente «mala» y difícil de adivinar. Averigüemos juntos de qué se trata.
Los cajeros automáticos, al ser un lugar donde se retira dinero en efectivo, se ven favorecidos por los estafadores; es una delicada intersección entre el dinero virtual y el físico, una intersección donde el estafador es consciente de que puede «extraer» grandes cantidades de dinero. En este sentido, a la hora de sacar dinero, siempre hay que tener cuidado, mantener la guardia alta; especialmente por la noche y/o cuando hay mucha gente. No hay que dejarse compadecer por las supuestas víctimas que piden acceso al mostrador.
El caso del que estamos hablando lo pone bien de manifiesto y, como informa un importante periódico nacional, permite caer víctima de idéntica estafa, de idéntico robo. Hace falta muy poco para perder un dinero acumulado con esfuerzo durante semanas, si no meses, de trabajo. La policía ciertamente ayuda, pero devolver las ganancias mal habidas se convierte entonces en una empresa difícil.
El incidente ocurrió en Italia, concretamente en una escuela de fútbol de Abruzzo, donde un hombre que trabaja como pediatra en un hospital cercano, había acudido a un cajero automático para comprar los mil euros necesarios para pagar a los chicos del equipo deportivo del que es presidente.
Justo en el momento de retirar el dinero, el pediatra fue abordado por un extranjero que se quejaba de que el cajero se había «comido» su cajero. Era una presencia incómoda, claramente sospechosa; y el hombre se puso nervioso. El hombre manejaba un periódico y fue con él con quien llevó a cabo su estafa.
El hombre, hablando para distraer a su víctima, tapó la cámara del mostrador con el periódico y, pulsando muy rápidamente los botones con el cajero del otro hombre, aún insertado, retiró nada menos que 1.750 euros.
Según relató el hombre, lo sorprendente es que consiguió no sólo esconderse de la cámara, sino también cambiar la cantidad que el pediatra había seleccionado. El acto fue tan rápido que la víctima quedó en estado de shock: tras hacerse con el dinero, el hombre huyó en un coche cercano, un Audi station wagon negro con matrícula extranjera.
El médico los persiguió, memorizó la matrícula, pero poco más pudo hacer; el robo se produjo delante de todo el mundo, un día laborable como otro cualquiera. Los clientes del bar cercano mantuvieron su inercia habitual, observando el acto delictivo sin reacción alguna.